lunes, 14 de julio de 2008

FRANCISCO SILVESTRE NAVARRO, ponente y profesor del taller





SIZA


Son muchas las preguntas que surgen al conocer la personalidad y la obra de Álvaro Siza. Entre ellas fascina cuestionarse qué es lo que hace que su obra adquiera la cualidad de atravesar el tiempo y no quedar obsoleta.
Sorprende ver antiguas publicaciones en las que sus trabajos aparecen atemporales, ya clásicos, mientras que la información y los proyectos que los rodean caducan. Y eso es sólo el preludio de lo que sucede al visitar las obras, unas obras que consiguen consensuar a generaciones muy distantes. Unas obras en la que se ven reflejados autores internacionales con valores que se podrían aceptar como antagónicos. Una biografía de largo recorrido plagada de premios, monografías y consagraciones que lo transforman en una autoridad cultural incontestable, en un mundo de imágenes fugaces que es posiblemente su opuesto.
Quizás en su arquitectura el reconocimiento adquiere su significado más completo al enraizarse en la naturaleza de lo evidente. Examinando los conflictos y los placeres de los actos cotidianos de la vida humana, lo cual caracteriza a la arquitectura frente a otras artes. Asumiendo la diversidad necesaria como solución, no como caligrafía ostentada. Aunando una dualidad que consigue que todas las resonancias y estímulos formen parte de un todo con su propia identidad, vinculado a su entorno. Consiguiendo el frágil equilibrio que permite dejar libre al proyecto sin
perderlo.
Destacar la importancia de los dibujos en la obra de Siza podría parecer un lugar común. Pero no lo es, pues estos dibujos inventaron, o mejor redescubrieron, un método de aproximación al proyecto. Rescataron la anciana sabiduría del placer de mirar, superando limitaciones de la razón, superando técnicas sofisticadas que también se incorporan al proceso creativo. Una herramienta que permite imaginar lo posible y lo que aún no lo es, que genera una potencia e ilusión contagiosas capaz de motivar una producción tan incesante e incansable. Sucesivas iteraciones con unos dibujos técnicos de extremado rigor, aproximan a lo concreto de cada situación, y lo plasma en una realidad tangible. Surge así un diálogo, entre un conocimiento científico y una idea que evoluciona, que se sintetiza desde un procedimiento abierto y crítico.
Sería necesario revivir toda una biografía para arrojar luz y descifrar el proceso de una inteligencia creadora en el que una memoria cultivada mediante años de mirada atenta funde la imaginación con el recuerdo y permite confrontar a estos con las exigencias del contexto concreto.
Puede que sólo quede la posibilidad de atender y disfrutar de su obra con la misma actitud, buscando descubrir un puente que une antiguos conocimientos con lo que ha de venir.

F SILVESTRE NAVARRO